miércoles, 24 de octubre de 2012

Cuando despertó, yo ya estaba allí


En este relato, Silvia Cámara nos ofrece la versión previa de lo sucedido, la historia perdida sobre la que se forjó el mito

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 Voy a contaros la historia real, la fiable, tal y como sucedió, sin trampas ni mentiras, la que le conté a mis nietos, porque he sabido que estos la han escrito de otra manera, la han contado como a ellos les convenía,  estoy muy mayor y no quiero morirme sin que se sepa la verdad.

Hace mucho tiempo, cierto capataz duro, al ver que no conseguía lo que pretendía, hizo cosas muy crueles. Por eso es preciso que escuchéis con atención. Quiero que mis descendientes lo sepan todo y puedan ver con sus propios ojos el mundo, que lleguen a la realidad desde el saber y el entendimiento, no desde la manipulación. Así que os la contaré desde el principio de los tiempos.


En la temporada de la vendimia, fue cuando los conocí. Ella una gran dama y él un gran Señor. El caballero parecía haber leído mucho y saber de todo, hablaba con los hombres elegantes de su alrededor sobre temas como que la tierra gira alrededor del sol, o de dónde proviene la Creación...

La esposa era bellísima, con una gran melena negra hasta la cintura, de piel blanca y lisa y unos ojos azules con aspecto de pena. Siempre iba muy bien vestida, provenía de una  familia adinerada y de gran prestigio, pero pese a las advertencias no pudo escapar de esos brazos fuertes, ese cuerpo cultivado, esas manos grandes y esa cabellera morena ondulante. Aquella mujer hubiese podido tener a cualquiera, hombres muy importantes y ricos le habían ofrecido todo por estar con ella, pero ella se mantenía Virgen para uno solo , para aquella barba que veía cada día trabajando con sudor.

La bellísima dama hacía a sus siervos que pasasen por el comercio de aquel hombre para encargar muebles que no necesitaba: primero fue una mesita, después una mecedora, más tarde una cama… tenía una gran habitación llena de muebles que no usaba y que le servían de pretexto para verlo. Lo último que le encargó, fue una cuna, ya sabían ellos dos para que la necesitaban.   Tuvieron un niño, después otro…y con ellos la vida se volvió más rutinaria, menos apetitosa y un poco más aburrida de lo habitual. El Señor se entretenía haciendo figuritas de barro y ella se pasaba el día poniendo a secar esas figuritas. O eso me contaron las criadas.

Todos sus hijos se habían  ido a estudiar fuera, pero el Primero, se quedó allí, en aquel lugar idílico; porque le gustaba estar en contacto con la naturaleza, estudiar las plantas y disfrutar de la vida contemplativa.

Yo había ido con mis padres y mis hermanos para trabajar en la recogida de la uva, íbamos a todas las cosechas que había durante el año y luego descansábamos cuatro meses. Trabajábamos doce horas al día, nos levantábamos bien temprano, antes de salir el sol, nos poníamos un delantal y un pañuelo en la cabeza, cogíamos nuestras tijeras, nuestro canasto a la espalda y pasábamos todo el día doblados para recoger los racimos lo más rápido posible. A veces hacíamos competiciones, otras simplemente pensaba en lo cansada que estaba de llevar esa vida, de no tener un sitio fijo, de no tener tiempo para leer o conocer más mundo, pero todo eso se perdía, se me olvidaba cuando levantaba el cuerpo  y con  una mano apoyada en la frente tapando el sol y la otra en los riñones, veía aquel lugar lleno árboles, con la frescura del río, los cantares de los pájaros y el verdor de aquel inmenso sitio.

Mientras disfrutaba de las vistas, vi venir al Señor , venía acelerado, gritando y haciendo gestos de fastidio con la mano, parecía que alguien se iba a llevar una gran bronca, venía hacia nosotros como un energúmeno, pataleando, quitando hojas de las viñas que se encontraba a su paso, dando puntapiés y pataletas …tanta era la rabia ,que no se dio cuenta que un empleado se levantaba en ese mismo momento con su cesta a la espalda para llevarla al camión y recibió de pronto un golpe en las narices tan brutal que todos creíamos que lo había matado, yo por el sonido afirmaba que algún hueso se le había roto. Al chocarse el caballero, se desplomó en el suelo y no pude hacer otra cosa que ir a socorrerlo. Cuando despertó, yo ya estaba allí, mojándole la frente con un paño para que se repusiese del golpe.

-¿Te has hecho daño? Le pregunté.

-No, chiquilla, no te preocupes ¿Cómo te llamas?.

-Eva, Señor, me llamo Eva.

-¡El nombre de la creadora de todo ser viviente!. Me dijo. ¡Qué bien suena! ¡Qué bien huele! Y que bien me hace a la vista.

Lo levantaron y lo llevaron a  su casa aturdido, acompañado de algunos empleados, tapándose las narices con la mano, pero sin dejar de mirarme.

Al día siguiente, antes de que empezásemos la jornada, mandó a su hijo para darme las gracias de parte de su padre y para ofrecerme un paseo matutino, porque aquel día, según su padre, no podía trabajar la mujer que le había salvado la vida.

Cogimos unos caballos y paseamos por la orilla del río, yo notaba que eso era algo raro porque nunca me había ocurrido nada parecido y porque ciertos ruidos nos acechaban por el camino, aunque él decía que eran ardillas.

Nos bajamos de los caballos y nos sentamos bajo un árbol. Él me contó una leyenda, sobre que ese árbol era el árbol de la ciencia del Bien y el Mal, que por eso le salían las raíces tan pronunciadas y largas y que se decía que sus frutos eran prohibidos, que darían más dolor en los embarazos a las mujeres que los comiesen y hambre y trabajo a los hombres si también caían en la Tentación.

Y yo le pregunté:

-¿Pero si no trabajamos hombres y mujeres,  si no tenemos hambre y no nos duele el cuerpo al desgarrarse una parte de él, como sabremos lo que es el esfuerzo y la satisfacción de conseguir aquello por lo que has luchado?¿Qué haremos cuando llevemos tres meses paseando y adorando al cielo?¿No nos aburriremos?

-No lo sé. (Me contestó). Yo desde que vine a este mundo no conozco nada de eso y tampoco he probado a comer nada de este árbol, no vaya a ser que cambie la suerte. ¿Tienes hambre?. ¿Quieres venir a casa a comer?

-Pero como voy a ir, si no conozco ni tu nombre.

-Está bien, te lo diré, pero no tienes que hacer bromas con él.

-No las haré, te lo prometo.

-Es Adán, me llamo Adán.

-¡Pero si nosotros somos los verdaderos protagonistas de la Tierra!¿Cómo no nos  habíamos encontrado antes?

-Dijiste que no harías bromas con mi nombre.

-No las estoy haciendo, las estoy haciendo con  el de los dos.


La verdad es que aquel chico me gustaba, no era como los que había conocido antes, no tenía las manos trabajadas, su piel era más blanca y no escupía al hablar.

Al llegar a su casa un saludo efusivo de su padre hizo que desviase la atención de la visita que allí nos esperaba, Lilith ,  la novia de Adán. Estaba sentada en un sillón con respaldo de paja . Cuando nos vio entrar cruzó las piernas de tal manera que nada guardó de lo que el vestido blanco transparente dejaba al descubierto.

-¿Qué has ido a comer del árbol prohibido con esta campesinucha? Dijo ella sobresaltada.

-No Lilith, solo hemos dado un paseo de agradecimiento, porque,  porque verás, a mi padre ayer…

-No me cuentes nada más, no quiero saber  nada. O sea, que llevo esperando toda la vida para ir allí ¿ y ahora te vas con la primera que conoces? . Pues sabes que te digo, no te aguanto más, me voy, ahí te quedas con tu Paraíso, tu ideal de amor puro y el espíritu santo. Yo me voy a buscar otra clase de amor.

Movió su inmensa cabellera roja para otro lado y se fue con su túnica vaporosa y sus transparencias. Luego supe de ella que no acabó muy bien allí por el Mar Rojo.

Al día siguiente el joven Adán volvió a venir en mi busca y me propuso que trabajase en su casa, que lavaría, fregaría, haría de comer, ayudaría en las tareas… y yo le dije:

-Pero, ¿no hay nada mejor que hacer para una chica de mi edad?

-¿Qué puedes hacer? Me preguntó.

-Todo lo que me proponga, le respondí.

-¿Te gustan las plantas?

-Si, mucho.

-Pues hablaré con mi padre para que deje que vengas conmigo, yo seré tu Maestro y tú serás mi Discípulo.

- Dirás Discípula, aunque ahora que lo pienso, no conozco a ninguna Discípula femenina, de los Doce que he escuchado hablar todos son hombres. ¡Seré la mejor!

Su padre no pensaba que fuera muy buena idea, pero como le dijo que sería al aire libre y que darían largos paseos, no le pareció tan mal. Nos puso un estudio de botánica y me dijo que ahora tendría que dormir allí, para que las preocupaciones de los trabajadores no me afectaran y que así serviría de compañía a su hijo que tan solo y aburrido se encontraba.

<<¿Compañía de quién? ¿Qué pensaban que era un perro?. Yo estaba allí para aprender, para entender cosas del mundo.>>

Eran principios de Octubre y la vendimia estaba llegando a su fin, el padre de Adán me propuso quedarme un tiempo más como ayudante de su hijo, pero para quedarme en aquel Paraíso tendría que dejar lejos a toda mi familia y a todos mis amigos, aquel lugar estaba muy apartado.

Al fin , acepté,  despidiendo a mis padres y hermanos con un gran dolor en el corazón.

Y tan , tan apenada estaba aquel día que Adán me propuso ir a dar una vuelta , para ver si el aire fresco me reanimaba y daba un poco de calma a mi tristeza, mientras íbamos paseando y por hacerme una broma que me alegrara, se desnudó y se metió en el río chapoteando;  yo, en un estado de esa felicidad que se produce después del llanto también lo seguí, me quité el pañuelo y la melena pelirroja cayó sobre mis pechos blancos. Después de las risas, él se acercó lentamente y me ofreció una fruta, la fruta de aquel árbol con leyenda, la fruta prohibida , una manzana de coloradas mejillas, brillante y apetitosa; la comimos entre los dos, un bocado él, otro bocado yo  y nos quedamos  tumbados, mirando al cielo, y buscando aquellas formas en las nubes que dicen  representar los sueños.

De pronto, se oyeron unos ruidos y salió su padre de entre los arbustos, tapamos en seguida nuestras vergüenzas con las primeras dos hojas que encontramos, pero de nada sirvió. El  Señor cogiendo a su hijo del brazo y llamándole depravado, le dijo que él no quería estudiar, que lo que pretendía era otra cosa con aquella pobre chiquilla, pero que no lo iba a conseguir, mañana mismo se iría a estudiar con sus hermanos y ni una palabra más.

No volví a ver a Adán, escuché unas ruedas que chirriaron sobre el asfalto en plena madrugada y supe que era mi amado botánico.

Me quedé esperando alguna carta y entré a formar parte del servicio del hogar, el desarrollo del conocimiento se acabó cuando se acabó la  compañía inocente del hijo y llegó la imposición de un inseguro hombre necio.

Un día entró en aquel jardín colonial que él mismo había encargado construir para sus hijos, mientras yo revisaba que las barandas y los muebles estuviesen limpios. El calor de aquel día era insoportable, parecía que nunca iba a llegar el invierno y las gotas de sudor me caían por el pecho sin Piedad . El Señor vino a ver qué tal me iba,  aunque realmente no le importaba, lo único que le importaba era declararme su “amor”. Dijo que todo lo que había hecho era para estar siempre cerca, siempre conmigo, que sabía que yo era virgen como su esposa lo había sido y que esperaba el momento idóneo para estar conmigo, dejarlo todo e irnos, pero que temía que su hijo en alguno de aquellos días la hubiese obligado a hacer cosas que no quería,¡ hasta un hijo había sacrificado por aquel amor! , me Confesó.

Me quedé sorprendida; creía que realmente ellos me valoraban y que no me habían dejado leer historias de amor, de aventuras ni de ciencia (a no ser que fuera de plantas) para que no sufriera con ello; pero ahí lo vi claro,  lo que no querían era que yo me diese cuenta que hay maridos que engañan a sus esposas, que hay hermanos que se traicionan y que en esos libros hablan de las mujeres como si fueran una propiedad.

Bajé la cabeza un momento para pensar en todo lo que me estaba sucediendo, y vi como una Serpiente se deslizaba por entre las sillas, pegué un grito y me fui corriendo hacia la puerta del jardín que daba entrada a la casa. Le dije al Señor que me iría de allí enseguida y que no lo quería volver a ver nunca más.

Pero todo el orgullo se deshizo cuando al entrar en casa vomité como nunca lo había hecho, al día siguiente también, y al otro y al otro…, al darme cuenta de lo que pasaba acepté la propuesta del Señor y quedé bajo su tutela hasta que nació Caín.

Caín trajo consigo la desgracia, y junto a ella el Pecado que realmente condenó a la humanidad: LA ENVIDIA.
Silvia Cámara 2012

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