domingo, 24 de noviembre de 2013

Lana, la chica invisible

A veces es mejor no saber qué piensan los demás. Puede confirmar tus peores temores. Eso es lo que descubrió la protagonista de este relato fantástico de Cheryl Kosek.
Los estudiantes de mi clase de Literatura Latinoamericana contemporánea en el Programa de Estudios Hispánicos de la University of Virginia en Valencia han entendido bien que la clave de la literatura fantástica es iluminar mediante la aparición de lo inesperado la lógica de la vida cotidiana. Julio Cortázar tiene discípulos aplicados...

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Lana era una chica que parecía feliz, pero esto no era más que una máscara. Como todas las de su edad, Lana no había llegado al punto de la paz con su cuerpo. Ella no sabía cómo amarse apropiadamente a sí misma. Mirándose al espejo, Lana podría identificar áreas innumerables para la corrección que, si hablada, se traduciría en una presentación deprimente que consumiría la totalidad de un día. Había celos tácitos de sus amigos que ella sentía. No podía entender por qué la belleza llegó tan fácilmente a ellos. Sus pensamientos fueron consumidos por los “si sólo”. “Si sólo pudiera domesticar este desastre natural que yo llamo el pelo. Si sólo mis ojos fueran azules y brillaban. Si sólo mi piel fuera lo suficientemente clara por lo que el maquillaje no fuera necesario.” Lana criticó a sí misma hasta que ella se quedó derrotada.

Cuando Lana dejó la comodidad de su casa, no podía descansar porque estaba constantemente preocupada por su apariencia. Incluso entre amigos, robaba las miradas en cada espejo que pasaba. Cuando ella y sus amigas salían, ella sentía como si nadie se fijara en ella, sin embargo, sus amigas siempre llamaron la atención. Esta observación repetida sólo añadía a su inseguridad.

Después de un sueño particularmente angustiante, Lana se despertó un día con un mal presentimiento. El sol brillaba a través de las rendijas de las persianas y lo odiaba por su falsa alegría. Suspirando, consultó a su armario, que, aunque lleno de ropa, no contenía nada que pudiera llevar. Finalmente, se decidió por alguna ropa, una acción seguida por muchos cambios de la joyería y la selección de zapatos. Una vez más, se encontró culpa en sí misma porque seguramente otros no tienen que gastar tanto tiempo en su apariencia.

Se detuvo en la puerta de la habitación de su hermana, preguntando con vacilación, "¿Te parece bien?"

Con la mirada perdida en la pantalla de su ordenador, su hermana murmuró: "Me pregunto si podría conseguir que mamá pagara por esto. ¿O es demasiado similar a la que Clara tiene?" Ella hizo una pausa, sacudiendo la cabeza, "por supuesto. Sí, me gusta." Ella continuó con “Si Eduardo me ve con esto, ¿me encontrará más atractiva que a Sara?”

“¿Qué estás hablando? ¿Por qué habría de importarme?” Lara respondió, confundida.

“¿Qué? ¡Pensé que querías mi opinión!” ella dijo bruscamente.

Tratando de ignorar la respuesta airada de su hermana, Lana caminó a la cocina, donde ella sabía que su madre iba a estar. Independientemente de cuál fuera la opinión de su hermana, ella necesitaba el consuelo de todo el mundo. Su madre respondió de una manera similar a su hermana, diciendo algo inmediatamente después sobre la necesidad de comprar un regalo para el cumpleaños de Lara. Se preguntó si la bicicleta que Lana necesitaba reemplazar su bicicleta rota sería un regalo aceptable. "No...Ese vestido que ella probablemente pensó que yo no recuerdo sería perfecto."

“Eso es generalmente en secreto, mamá ¿no?”

"¿Eh? ¿Qué secreto, cariño?" su madre llamó desde la otra habitación.

En la escuela, Lana se encontró en una situación similar. Ella no entendía por qué su amiga Isabel necesitaba mencionar una lista de cosas que tenía que hacer por la noche, especialmente cuando hablaba de cosas muy personales. Todo lo que la gente dijo que fue al azar y carecía de sentido en relación con el tema de la conversación. Mientras que Lana estaba preocupado de tener mancha evidente del café en su camiseta, su amiga Ana habló en frases incompletas cortos acerca de la escuela, del aseo de su perro, de los ensueños de chocolate. Mientras que Lana estaba preocupado por tener algo en sus dientes, su amiga Daniel cambiaba con facilidad entre los muy diversos temas. Lana no podía seguir el ritmo de todos los cambios de tema.

Muchos días habían pasado y Lana se cansó de la conversación sin sentido que tenía con todo el mundo. Reflexionando sobre lo extraño y la intimidad de algunas de las cosas que las personas incorporaban en conversación casual, Lana se dio cuenta de que algo andaba mal. A pesar de lo absurdo de la idea que era casi abrumador, Lana no podía dejar de pensar que quizás ella había estado mirando en las mentes de las personas que la rodeaban. ¿Pero, era posible que la gente en realidad piense en ella? Además de una observación fugaz ocasional, ella rara vez fue el tema de conversación como ella había imaginado. Lana esperaba oír las críticas de todo el mundo. Las voces que critican sólo provenían de ella. Con esta revelación, su capacidad de leer la mente desapareció.

Cheryl Kosek 2013
La fotografía procede de psd.fanextra.com

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