miércoles, 27 de noviembre de 2013

La fuente de la vida


En este relato fantastico, Lindsay McPhail descubre que eso que tantos han buscado siempre estuvo en Cape Cod...
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Era el 19 de junio de 1953 e Isabel iba al chalet de su tío y tía en Cape Cod, Massachusetts. Ella no quería ir, pero cada verano sus padres le insistieron en que ella pasara su tiempo allí. Ellos siempre le dijeron que ella necesitaba el aire fresco y la tranquilidad de la naturaleza y el mar. Y sus padres tenían razón. Isabel había vivido en el Upper West Side de Nueva York durante toda su vida. A veces la vida de la ciudad era abrumadora y extenuante. También, ella acababa de terminar su primer año en la Universidad de Nueva York en Mayo. Ella estaba estudiando arte. Isabel terminó sus exámenes dos semanas atrás.

Siempre era difícil dejar su familia y sus amigos cada verano, pero cuando llegaba a la casa de sus tíos, una ola calma de bienvenida siempre se apoderó de ella. Ellos vivían en un pueblo pequeño que se llamaba Chatham.  Su chalet al lado de la bahía era hogareño y lo que a Isabel le gustaba más sobre la casa era la luz del faro que alumbraba entre las ventanas cada noche. Su tío y tía eran los propietarios de un restaurante pequeño, pero muy conocido y popular entre los residentes de Chatham. Cada verano, Isabel ayudaba a hacer el postre más famosos en el pueblo: el pastel de manzana de su tía. Ella disfrutaba su vida tranquila en este pueblo; era en Chatham donde ella descubrió su pasión por el arte. Muchas veces ella andaba en canoa en la bahía para dibujar el tranquilo pueblo; con el anochecer, la marea de la bahía, las casas coloridas, y la vida salvaje.

Tres días después de llegar al chalet en el verano de 1953, Isabel decidió explorar más allá del pueblo. Ella siempre había pasado su tiempo en la bahía en la canoa de su tío, el chalet, o en el restaurante, pero nunca había explorado en el bosque que se puede ver en la distancia de las casas. Isabel siempre había pensado que el bosque parecía muy hermoso y misterioso y en este día ella quería explorarlo. Sabía que su tío y tía no se dieron de cuenta que ella no estaba cerca del chalet porque ellos trabajaban en el restaurante por todo el día. También, ella anhelaba ser aventurera, especialmente porque no había bosques en la ciudad de Nueva York aparte del Parque Central.

El paseo del pueblo al bosque no es muy largo. En veinte minutos ella llegó al confín del bosque. Mucha gente de Chatham nunca viajaba al bosque porque estaba al fin de la península, más allá de la calle que iba al pueblo. Era mediodía e Isabel no necesitaba volver al chalet hasta la cena a las siete. Inmediatamente, ella estaba asombrada por la sombra ubicua de verde porque no había experimentado esta sensación entre los rascacielos en la ciudad en Nueva York. Ella encontró un recoveco entre las ramas bajas en los árboles de roble y empezó a dibujar. Estaba feliz por haberse acordado de traer sus lápices de colores para captar la belleza de la naturaleza. Las hojas amarillas, verdes, y anaranjadas; la corteza de los árboles, la mamá pájaro alimentando a sus bebés- Isabel dibujó todo.

Después de varias horas, Isabel se dio cuenta que estaba tan perdida en su dibujo que ella no escuchó el sonido cerca del agua. ¿Era una catarata o un riachuelo? Ella no estaba segura. Miró a su reloj. Había suficiente tiempo para explorar un poco más.  Después de caminar durante unos minutos, ella eventualmente encontró la razón del ruido de agua. Había una fuente en una hendidura de árboles. Esta fuente parecía muy elegante, pero pequeña, y tenía una base de mármol antiguo. Era una cosa muy rara. Ella pensó, “¿cómo es posible haber este agua corriente en el bosque donde nadie vive?” A pesar de la rareza, ella puso sus manos debajo de la fuente para beber. Cuando Isabel levantó sus manos a su boca,  oyó una voz detrás de ella. La voz le dijo severamente con un acento raro, “yo no haría eso si fuera tú.” Ella se dio la vuelta y se encontró cara a cara a un chico muy guapo quien parecía tener veinte anos más o menos. “¿Y por qué no debo beber de esta fuente?” ella le preguntó al chico extraño. “¿Puedes guardar un secreto?,” dijo el chico. Isabel sacudió la cabeza para indicar “sí.” Sin duda él respondió, “porque esta fuente está maldita. Yo nací en 1804 y yo he tenido veinte años por 129 anos. Si bebes esa agua, vivirás para siempre.” Ella no podía creer lo que estaba oyendo. Pero tal vez él tenía razón. Ella nunca lo había visto antes de ahora, y ella conocía a todos en el pueblo desde que era niña. Pero, era tarde e Isabel tenía que volver al chalet para la cena…
Lindsay McPhail 2013

La foto del faro de Chatham procede de es.123rf.com

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