En este relato fantastico, Lindsay McPhail descubre que eso que tantos han buscado siempre estuvo en Cape Cod...
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Era el 19 de junio de 1953 e Isabel iba al
chalet de su tío y tía en Cape Cod, Massachusetts. Ella no quería ir, pero cada
verano sus padres le insistieron en que ella pasara su tiempo allí. Ellos
siempre le dijeron que ella necesitaba el aire fresco y la tranquilidad de la
naturaleza y el mar. Y sus padres tenían razón. Isabel había vivido en el Upper
West Side de Nueva York durante toda su vida. A veces la vida de la ciudad era
abrumadora y extenuante. También, ella acababa de terminar su primer año en la
Universidad de Nueva York en Mayo. Ella estaba estudiando arte. Isabel terminó
sus exámenes dos semanas atrás.
Siempre era difícil dejar su familia y sus
amigos cada verano, pero cuando llegaba a la casa de sus tíos, una ola calma de
bienvenida siempre se apoderó de ella. Ellos vivían en un pueblo pequeño que se
llamaba Chatham. Su chalet al lado de la
bahía era hogareño y lo que a Isabel le gustaba más sobre la casa era la luz
del faro que alumbraba entre las ventanas cada noche. Su tío y tía eran los
propietarios de un restaurante pequeño, pero muy conocido y popular entre los
residentes de Chatham. Cada verano, Isabel ayudaba a hacer el postre más
famosos en el pueblo: el pastel de manzana de su tía. Ella disfrutaba su vida
tranquila en este pueblo; era en Chatham donde ella descubrió su pasión por el
arte. Muchas veces ella andaba en canoa en la bahía para dibujar el tranquilo
pueblo; con el anochecer, la marea de la bahía, las casas coloridas, y la vida
salvaje.
Tres días después de llegar al chalet en el
verano de 1953, Isabel decidió explorar más allá del pueblo. Ella siempre había
pasado su tiempo en la bahía en la canoa de su tío, el chalet, o en el restaurante,
pero nunca había explorado en el bosque que se puede ver en la distancia de las
casas. Isabel siempre había pensado que el bosque parecía muy hermoso y
misterioso y en este día ella quería explorarlo. Sabía que su tío y tía no se
dieron de cuenta que ella no estaba cerca del chalet porque ellos trabajaban en
el restaurante por todo el día. También, ella anhelaba ser aventurera,
especialmente porque no había bosques en la ciudad de Nueva York aparte del
Parque Central.
El paseo del pueblo al bosque no es muy largo.
En veinte minutos ella llegó al confín del bosque. Mucha gente de Chatham nunca
viajaba al bosque porque estaba al fin de la península, más allá de la calle
que iba al pueblo. Era mediodía e Isabel no necesitaba volver al chalet hasta
la cena a las siete. Inmediatamente, ella estaba asombrada por la sombra ubicua
de verde porque no había experimentado esta sensación entre los rascacielos en
la ciudad en Nueva York. Ella encontró un recoveco entre las ramas bajas en los
árboles de roble y empezó a dibujar. Estaba feliz por haberse acordado de traer
sus lápices de colores para captar la belleza de la naturaleza. Las hojas
amarillas, verdes, y anaranjadas; la corteza de los árboles, la mamá pájaro
alimentando a sus bebés- Isabel dibujó todo.
Después de varias horas, Isabel se dio cuenta
que estaba tan perdida en su dibujo que ella no escuchó el sonido cerca del
agua. ¿Era una catarata o un riachuelo? Ella no estaba segura. Miró a su reloj.
Había suficiente tiempo para explorar un poco más. Después de caminar durante unos minutos, ella
eventualmente encontró la razón del ruido de agua. Había una fuente en una
hendidura de árboles. Esta fuente parecía muy elegante, pero pequeña, y tenía
una base de mármol antiguo. Era una cosa muy rara. Ella pensó, “¿cómo es
posible haber este agua corriente en el bosque donde nadie vive?” A pesar de la
rareza, ella puso sus manos debajo de la fuente para beber. Cuando Isabel
levantó sus manos a su boca, oyó una voz
detrás de ella. La voz le dijo severamente con un acento raro, “yo no haría eso
si fuera tú.” Ella se dio la vuelta y se encontró cara a cara a un chico muy
guapo quien parecía tener veinte anos más o menos. “¿Y por qué no debo beber de
esta fuente?” ella le preguntó al chico extraño. “¿Puedes guardar un secreto?,”
dijo el chico. Isabel sacudió la cabeza para indicar “sí.” Sin duda él
respondió, “porque esta fuente está maldita. Yo nací en 1804 y yo he tenido
veinte años por 129 anos. Si bebes esa agua, vivirás para siempre.” Ella no
podía creer lo que estaba oyendo. Pero tal vez él tenía razón. Ella nunca lo
había visto antes de ahora, y ella conocía a todos en el pueblo desde que era
niña. Pero, era tarde e Isabel tenía que volver al chalet para la cena…
Lindsay McPhail 2013
La foto del faro de Chatham procede de es.123rf.com
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