sábado, 23 de noviembre de 2013

Como mantener una relación de larga distancia

Un cuento tal vez fantástico de Sylvia Simioni, en su prosa característica:

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Óyeme, Luna en Sagitario, hace raaaato que no charlamos. A ver, cuéntame, ¿cómo está la vida? ¿Por dónde caen tus balas?” El hombre de Luna en Acuario no había hablado con la mujer de Luna en Sagitario hace un raaaato, como ves, y desde su pequeña habitación en Harlem empezó a teclear su interrogatorio que sólo pudo ser producido por amigos que podrían en algún tiempo lejano haber sido algo más.

“Bueno, Sagitario, hay algunas personas súper inteligentes, como tú y yo, que han elegido atraparse en esa pesadilla de mierda que son las relaciones de larga distancia. Creo que el primer requisito para mantener una de estas viva y coleando es pensar que esa jeva o ese tipo al otro lado de la cuerda es lo más cercano que puedes llegar al espacio ultraterrestre sin tener que usar un casco de astronauta o cumplir con las leyes de gravedad. Pura felicidad.”

Siguió el klak-klak-klak en Nueva York tanto como en Virginia, y continuó Sagitario:

“Recuerdo que me reí al haber leído uno de tus artículos en La Manada porque habías mencionado que un método para aliviar esos largos momentos de desesperación al no poder ver a tu pareja era fundir una camisa con su fuerte olor a perfume o sudor y alternar entre la cómoda esencia de tu ser querido y un trapo envenenado.”

Apareció una sonrisa dientuda en el rostro de Acuario al entender que Sagitario estaba al tanto de sus travesuras como escritor freelance. “Sí, eso fue broma, y ahora me doy cuenta que también una basura.”

“No manches, hombre, que sí lo admito: una vez, le robé una camisa a mi novio y de regreso él se quedó con una sábana azul de pelusitas sintéticas con cual dormía yo casi todas las noches. Un día hace un par de meses, me llamó en la madrugada y me dijo que encontró uno de mis pelos enredado en la sábana. Me dijo, ‘Uy, gordis, como te extraño’ y seguí yo olfateando mi cóctel de aromas masculinos. Pasaron los días, seguí abusando de esa droga entrañable mientras el Sr. Luna en Aries seguía durmiendo con la manta, los dos sin pensar en lavar nuestros talismanes, y de repente me advirtió que habían parecido más pelos míos hasta que por fin pudo hacer una peluca idéntica a mi melena.”

“¡El amor todo lo supera!” dijo Acuario, buscando en su colchón cualquier rastro de su mujer de Luna en Géminis. ¿Es este un pelo? Ah no, sólo un hilo insignificante.

Sagitario estiró su cuerpo en la silla y frotó su cuello desnudo, moviendo sus dedos hacia el cráneo, lustroso y calvo.

“Y bueno, en eso he estado. Por lo tanto, amar desde la distancia es un poco como ir al colegio, sólo que la aula es en realidad tu habitación de 10x10 pies y tus provisiones son un móvil y un ordenador con cual puedes mandar toda clase de bobería que de todos modos es valiosa. Con la distancia se aprende a ser creativo y además permite evaluar las otras partes de tu vida como el trabajo, la universidad, tus creencias y propios intereses, ya sabes. Y mantener el romance dulce y como nuevo es sin duda una ventaja. Imagínate nuestro reencuentro.”

“Tienes razón. También no quieres que el amor te deje huella.”

“Le mando videos en cual me pongo una mascarilla de barro, juego con los espacios entre mis dientes y me quejo sobre el clima deprimente—el invierno en Virginia, ¡buenísima idea! Le envío bolas de nieve, ya que son escasos en el sur de la Florida, y los primeros pétalos de la primavera. El amor es capaz de preservar hasta un helado frente a un sol ardiente, te lo prometo. Él me manda fotos de él posando como una chica pin-up en el suelo del sendero que frecuenta y algunos videos en cual se queja de la agenda política del Estado. Es todo muy estúpido pero muy importante para nosotros.”

Y con esas últimas palabras, Sagitario había dicho todo lo que podía compartir con su amigo neoyorquino, que era solamente eso, amigo, que de otra manera hubiera sido la razón por que estuvo sin pelo.

“Me alegro de que estés bien, socia.”

“Lo estoy. Y bueno, en eso he estado.” 

Sylvia Simioni 2013 

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