Ahora que el programa de Michigan State University en Valencia está a punto de terminar, este texto de Allison Hazy recuerda las impresiones del primer día: ese momento exacto de todo viaje en que uno siente que está empezando a encontrarse a sí mismo y a descubrir hacia dónde debe caminar.
_________________________________
Las personas estaban en todos
partes de la plaza. Algunos eran jóvenes, algunos viejos, algunos estaban
caminando y algunos se quedaban quietos. El sol brillaba, el
calor de los rayos penetraron mi cuerpo. Que aún no estaba acostumbrado al sol
de España. Era mi primera vez en España. Había llegado a Valencia el día
anterior. Todo parecía nuevo. Incluso las cosas que he visto mil veces parecían
extrañas bajo la luz española. Mi cabeza estaba abrumada por la abundancia de información
que estaba viniendo de mis ojos y orejas.
Yo estaba en medio de un recorrido por
lo que se conoce como “la ciudad vieja”. “La ciudad vieja” era un nombre
extraño para mi, porque la ciudad era muy nueva para mi. ¿Quién puede decidir
cuando algo se debería llamar viejo? Se consume por tecnologías modernas como
todas las otras ciudades alrededor del mundo. La playa no se llama “la playa
vieja” aunque es más antigua que la ciudad. ¿Es el número de años, la
relatividad o simplemente arbitraria?
Una buena señora estaba dando el recorrido,
pero podría haber estado hablando conmigo en alemán. Yo no tenía ni idea de lo que me estaba diciendo o
viendo. Monótonamente estaba siguiendo el grupo
de desconocidos. Desconocidos con los que pasaría la mayor parte de mi tiempo por
los próximos dos meses. Desconocidos, que me han dicho, iban a ser mis amigos
al final de nuestra aventura española. Era posible, pero en ese momento, me sentí tan sola.
Me sentí sola
aunque estaba rodeada de muchas personas. La gente llegó a ser borrosa y el sol
se ocultó detrás de una nube. Era sólo yo y mis pensamientos. Mis
pensamientos no eran alentadores. Yo tenía miedo de estar en un lugar extraño y
sin amigos o familia. Yo tenía miedo de hablar y comprender un nueva lengua. La voz dentro de
mi cabeza me dijo que no podía hacer. Me sentí muy perdida.
De repente no sabía quién era yo ni por qué estaba allí. Tal vez no sabía quién
yo era en realidad y este lugar extranjero sólo iluminaba este hecho. O tal vez
no sabía quién yo era en España aunque debería haber sido la misma. Mi cabeza
estaba girando más rápido y más rápido. No tenía control.
El sonido de las campanas de iglesias
me despertó de mi aturdimiento. Miré alrededor y no vi a nadie familiar. No reconocí
a ninguno de los adornados edificios en todas los lados. Me encontraba perdida.
He buscado
desesperadamente para mi grupo. Sesenta turistas americanos deberían haber
sido fáciles de encontrar. Casi dejé la esperanza de reunirme con mi grupo.
Casi decidí volver a mi casa. Pero no hice. Decidí probar una vez más. Este
vez, subí las escaleras y miré desde un punto de vista más alto.
Desde allí pude ver toda la plaza. La ciudad ya no parecía demasiado
grande o de miedo. Yo pude ver donde había estado y
donde tenía que ir. Yo había encontrado a mi grupo y sabía exactamente dónde
tenía que ir. Yo estaba
cerca todo el tiempo, pero no podía verlo. Yo nunca me perdí.
Sólo necesitaba una nueva perspectiva para encontrar lo que estaba buscando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario