viernes, 14 de febrero de 2014

El rey Alfonso

Comienzo hoy a publicar textos escritos por estudiantes del Programa de Primavera del Programa de Estudios Hispánicos de la Universidad de Virginia en Valencia. Y como nos demuestra Blake Selph, no tienen miedo en enfrentarse con los clásicos. Blake Selph nos muestra la versión del rey Alfonso sobre sus problemas con el Cid

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Ay, ¿qué debe más el rey a sus súbditos, una buena moral que es mentira o la verdad que duele mucho? Esta era la gran polémica surgiendo de un hombre solo, el Cid, el Campeador, ese maldito Rodrigo Díaz de Vivar, la polémica de que trataba el Rey Alfonso XI. Por un lado, ¡que gran héroe parecía! Siempre dando tanta alma a los soldados, la ventaja del Cid era que él parecía como un guerrero mítico. Tener el Cid en el campo de batalla parecía al ejército como tener el legendario Aquiles de Grecia peleando con ellos. Sin embargo, el Rodrigo verdadero era un pícaro al menos. ¡Qué mercenario vicioso era! Vivía para matar, y de eso no pensaba nada, porque como lo vió, si hay dinero, la causa no era importante. ¿Pero sin embargo es el deber del rey pagar a un mercenario muy caro si es bueno para el reino? Alfonso no estaba seguro, porque aunque no le gustaba el precio exorbitante de Rodrigo, le gustaba ganar contra los musulmanes. Y si no le pagase, seguramente los árabes le pagarían. No por nada le llaman el Cid, pensó Alfonso, un término de gran respeto del árabe.

Hay que recordar a Dios también, Alfonso. Y a él, ¿qué le importa más, que gane la cristiandad por cualquier método, o que acabo con este perro traidor que es Rodrigo solo por principal? Decidir en algo tan difícil era una pesadilla, pero decidir era también necesario. Si mantuviera relaciones con él, sería un modo de desviar del camino derecho, y le gustaba comportarse y actuar de una manera bien honrada.

No hizo nada en ese mismo momento, pero sabía que lo haría pronto, por necesidad. Dentro de un día, ya había decidido. Por hablar con sus aconsejadores, se dió cuenta que los que saben bien quien es Rodrigo no les gusta; casi un malvado y seguramente un pesado, pero aún un pesado útil. La clave era los relatos que oyó, porque recientemente, en estos días después de una gran batalla, había andado merodeando por el campo. Con su tropa de bribones, andaba robándoles a los campesinos, tomando la vianda, atacando a los hombres y violando a las mujeres. Era un granuja, un ladrón total, y por lo tanto, el rey Alfonso no le aguantaba jamás. Supo lo que necesitaba hacer – exiliarlo. Por sus crímenes y traiciones al reino leonés, jamás vaya a volver, por pena de muerte, durante el reinado de Alfonso. Serían consecuencias, pensaba el rey, pero todavía, los aguantaría porque tengo que echarlo.

A mí, me van a maldecir la gente. Quizás me disgustarán. Si bien los niños me odiarán, tengo que hacer lo justo. No sé qué pensaría si fuera el niñito que pensaba que él era un caballero heroico. Aunque no apreciarán a esto, no puedo dejar que siga Rodrigo Díaz chantajeándome y extorsionándome, y no es que solamente lo hace a mí, sino a la gente también. Por eso, estará expulsado el supuesto Campeador, y que sea campeón de otra rey desafortunado. No quedará este hombre; que no dependa el reino de Rodrigo Díaz, un hombrejo irrespetuoso, sino en Dios, quien, si seguimos el camino derecho, no nos puede fallar. 

Blake Selph 2014

La fotografía de la estatua de El Cid en Valencia procede de http://www.jdiezarnal.com/

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